Viendo la apariencia desértica de este pedazo de tierra volcánica en medio del Atlántico, es difícil creer que un día estas tierras estaban cubiertas de vegetación. Las sequías recurrentes y la mala gestión agrícola redujeron Boa Vista y sus hermanas de Cabo Verde a un paisaje árido, casi lunar. Hoy en día, el mayor reclamo de esta isla que emerge tímidamente del océano es su litoral priveliago, con playas atrapadas entre grandes dunas y con aguas cristalinas. El interior desértico se vé refrescado con algún que otro oasis con palmeras que añade un toque de verdor al paisaje. La oferta hotelera de la isla es aún limitada, por lo que este es un lugar tranquilo, alejado del turismo de masas.